ORGANIZACIÓN CÍVICA DE IMPULSO SOCIAL
Confederada a Ciudadanos de Centro Democrático [CCD]

ULTIMA HORA INFORMATIVA

15 mar 2010

Inmigracion positiva, inmigracion sostenible

90Mil Ciudadanos ARTICULO DE OPINION

Asistimos últimamente en los Medios, que normalmente son fedatarios de la realidad, al desahogo desbocado de la sociedad civil ante la frustrante gran crisis que padecemos. Una tremenda crisis cuyos estragos hasta ahora padecían los ciudadanos en cuanto alempleo, la fiscalidad o la vivienda, pero que tristemente hemos ido ampliando hasta llegar a la agresividad irracional con nuestros prójimos. En Vic y otras poblaciones hemos asistido a la materialización de este tipo de desahogos, dirigidos a la parte más frágil de la cadena como es en este caso el colectivo inmigrante. Mal síntoma, sin duda, sobre el que deberíamos reflexionar.

Primero. Parece claro y consensuado que lo que ha pervivido demasiado tiempo es un malsano discurso buenista, procedente de los poderes políticos públicos y de diversas entidades, sobre el hecho inmigrante. Ese discurso miope es el que probablemente esté convirtiendo la inmigración en problema, a base de edulcorar innecesaria e incluso interesadamente -renta electoral, especulación económica- sus efectos en medio de nuestra sociedad civil. A la vista de ello, lo que procedería en ese gran escenario de la crisis sería tratarlo con rigor y replantear, tal como aconsejan expertos y analistas, algunos ejes de actuación. A partir de aplicar parámetros de solidaridad, justicia y recursos, parece viable que entre toda la sociedad mitiguemos el creciente conflicto hasta lograr erradicarlo como pretendido problema. Por supuesto, también sería básico poner punto final a debates vacuos y frentistas que abocan constantemente a la ciudadanía a actitudes e interpretaciones completamente absurdas. Parece imprescindible ponerle punto final, a tiempo y sin paliativos, a la imagen distorsionada de un fenómeno humano que en general es positivo; sin obviar que también tiene aristas, que habremos de asumir todos para que el conjunto -la suma de autóctonos y recién llegados- sea sostenible.

Segundo. Todo lo propuesto anteriormente no parece factible si no se acomenten con rigor algunos ajustes; cambios de rumbo verdadera y sustancialmente profundos.
Así, los expertos señalan como imprescindible la didáctica social, en cuanto que la ciudadanía aprenda y asuma que no hay buenos ni malos inmigrantes, sino en todo caso perfiles diferentes conviviendo y compartiendo en una misma realidad. Además, parece imprescindible la total aplicación de la ley, en cuanto que debemos hacerla justa pero efectiva; es probable que nuestro sistema jurídico se haya empeñado en ser demasiado permeable a la impunidad; por ello se antoja necesario que la ley y la justicia, ambas, se clarifiquen y presten de una vez por todas el servicio adecuado y universal a todos los ciudadanos sin discriminaciones positivas mal entendidas; una acogida jurídica que no signifique, desde luego y de ninguna manera, tolerar sistemáticamente la irregularidad. Toda inmigración contiene inevitablemente una porción reducida de delincuentes; eso sí, muy reincidente; este hecho de reincidencia es el que más destacan -o venden- los Medios; y es el que acaba a la postre causando una alarma social, de todo punto fuera de lugar. Por tanto, parece imprescindible una mayor contundencia en las penas jurídicas, a fin de que esta porción de delincuencia ni nazca, ni crezca ni se reproduzca amparada en la sensación de impunidad.
Los analistas ven también imprescindible que no se alimenten o consientan focos o elementos claros de putrefacción (pisos patera, economía sumergida, mafias, degradación de entornos urbanos muy determinados, etc.); se habría de reclamar a las entidades locales (ayuntamientos, diputaciones y cualquier órgano con responsabilidades públicas) más y mejores recursos, necesarios para atender al colectivo inmigrante de forma suficiente y eficaz; ello sin incurrir, evidentemente, en agravios comparativos -lesivos, incomprensibles o directamente antidemocráticos- respecto a la ciudadanía autóctona. Y también parece imprescindible, cómo no, darle mayor calado a los servicios sociales, así como al resto de iniciativas culturales. El camino hacia la inmigración sostenible no es la integración forzada -y menos la condicionada por los intereses políticos- sino la convivencia sostenible, arbitrada y armonizada; los servicios sociales y el tejido asociativo de las ciudades deben tener capacidad real para dar respuesta al tiempo libre de los inmigrantes, teniendo en cuenta que este colectivo sufre en mayor medida el desempleo, el desarraigo y los conflictos domésticos.

Visto todo esto, resultaría fácil concluir en que no hay xenofobia en nuestro país y que todo se soluciona con unos ajustes más o menos contundentes. Puede ser. Pero los sucesos de Vic y tantos otros hechos aislados que ocurren cada día, y muy cerca de nuestras casas y barrios, nos advierten. No sé qué opinará usted, amigo lector, pero yo me temo que no será nada fácil ni pronta la solución de este envite. Aunar inmigración positiva e inmigración sostenible no es una cuestión baladí.
Por demás, los sucesos que propician y abren este artículo de opinión nos recuerdan que la condición humana, sometida a la presión de las carencias, puede muy bien devenir en magma volcánico impredecible. No sé bien si cabe denominarlo xenofobia. En todo caso sí habríamos de reconocer, estimado lector, que existen malestares sociales provocados por el auge de distintas realidades culturales en un mismo espacio de convivencia. Por eso lo importante aquí sería actuar regulando mejor estas relaciones; desde la proximidad, para que las sensaciones puntuales de malestar no degeneren ni sirvan de pretexto a nadie, ni se traduzcan en verdadero problema. Los expertos y analistas abogan, y supongo que también todos nosotros, por positivar la situación, convirtiendo la inmigración en valor sostenible de futuro. Es una tarea que ya está en el tejado de nuestros gobernantes, cuya responsabilidad ocupa el primer término. Pero, desde luego, también es un compromiso necesario de toda la ciudadanía :.

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